LA BIBLIOTECA DE LAS MIL PUERTAS
Ese día había quedado con Paula, Laura y Hugo. Queríamos entrar en la biblioteca abandonada, pero nos daba un poco de miedo. Al final nos decidimos por entrar y fuimos a casa de Hugo a preparar nuestras mochilas. Cogimos linternas, varios bocadillos para merendar, nuestras chaquetas, walkie-talkies y muchas cosas más.
En realidad, estábamos deseando descubrir qué escondía ese misterioso lugar. Nos fuimos acercando y enseguida nos dimos cuenta de que la puerta estaba abierta. Laura y yo entramos primero y detrás de nosotros iban Hugo y Paula. Estaba muy oscuro, no se veía nada, así que encendimos las linternas. Nada más cruzar la puerta, se cerró y nos quedamos atrapados. Miré al suelo y vi una nota en la que decía:
''Aquí tenéis un cuaderno, unos lápices y muchas claves que descifrar. Si no lográis resolverlas todas en tres horas, os quedareis aquí atrapados para siempre''.
No entendíamos nada, nos habían tendido una trampa. Pero, ¿quién podría haber sido? Además, ¿cómo íbamos a salir de allí? Sólo éramos cuatro niños de secundaria...
En la primera página del cuaderno venía el primer acertijo, junto a dos cartas que teníamos que utilizar. Debíamos darnos prisa....
Después de pensar, probar y más pensar, conseguimos resolver la primera clave. Era la combinación del candado de una puerta que teníamos que abrir para poder avanzar.
Entramos en una sala nueva y vimos que estaba llena de sustancias de colores que tenían asignados números y letras. Por suerte, a Laura se le daban genial las matemáticas y a Paula, la química, y esa prueba parecía la mezcla de ambas.
En el siguiente acertijo había que descifrar un poema. De esta prueba me encargué yo, aunque necesité un poco de ayuda porque era la más complicada.
Hugo se encargó de la prueba que hicimos después. Tenía que realizar un circuito de pruebas muy difícil para conseguir la llave que nos llevaría a la siguiente prueba.
Después de averiguar muchísimas claves más, llegamos a la que parecía la última. Era una sala repleta de puertas y sólo una de ellas nos llevaría al exterior de la biblioteca. Teníamos que ir abriendo cada una de las puertas hasta encontrar la correcta. Pero, lo peor de todo era que la sala cada ciertos minutos giraba y ya no podíamos saber que puerta habíamos abierto. A Paula se le ocurrió colgar una linterna en el pomo de cada puerta que abríamos y así podríamos averiguar cuál era la que necesitábamos.
Así fue como conseguimos salir de aquella extraña biblioteca pocos minutos antes de que acabara el tiempo. Nunca llegamos a saber el por qué de todas esas pruebas, pero siempre que estamos juntos recordamos esa gran aventura y todo lo que aprendimos de ella.
Erika